Los bigotes del gato no están allí por coquetería. Son verdaderos radares, sensibles al más leve movimiento, un sistema de detección sin que haga falta el contacto con la piel. Aunque en general todo el pelo del gato está dotado de receptores táctiles, los bigotes o vibrisas han desarrollado esta capacidad al máximo. Los bigotes tienen la rigidez suficiente para no doblarse al tocar los objetos.
Su longitud es la del ancho del cuerpo, la suficiente como para que el gato pueda pasar su cuerpo completo por pequeñas aberturas, es decir, los bigotes son la medida que indica si el gato puede pasar a través de ellas o no. Son especialmente útiles en la oscuridad, ya que ayudan a que el gato no choque o tropiece contra diversos objetos.
En el caso de los gatos ciegos, son prácticamente su arma fundamental, ya que no chocarán contra muebles u otros obstáculos gracias al contacto con ellos por medio de los bigotes. En el momento de comer o beber, los bigotes indican hasta dónde deben inclinar su cabeza sin que su rostro se ensucie o moje en los líquidos o alimento.
La pérdida, corte o quemado de los bigotes (sobre todo en invierno al acercarse a calefactores, fuego, etc) constituye muchas veces un problema serio para los gatos, ya que pierden parcial o totalmente la capacidad táctil cerca de la cabeza. Los bigotes también contribuyen con el equilibrio, y si se pierden de un solo lado del cuerpo pueden lograr que el animal tenga dificultades leves en su marcha, pero serán mayores al momento de saltar, ya que es muy posible que se desvíe y caiga, corriendo el riesgo de accidentarse.
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